Cuando nos internamos en el mundo ilusorio de la tercera dimensión, sabemos que el dolor es parte de esa experiencia. El dolor es el estímulo que urge a encontrar otros conceptos, otras soluciones que busquen evitarlo y por lo tanto, que nos ayuden a salir de la ilusión. Nuestra evolución necesita del dolor para tomar conciencia de que la vida en el mundo físico no es la verdadera, de que se trata de una experiencia de nuestro Ser Superior que desea bajar al mundo de las formas, que es el plano físico.
Esta vida es ilusoria, no tiene existencia real y perenne pues es transitoria, sólo Dios es una realidad superior que se manifiesta a través de sus criaturas que actúan según su voluntad. Nuestra vida está contenida en Él, ya que nada puede existir fuera de su Ser y de su arbitrio.
Al entrar en el mundo físico y olvidarnos de quiénes somos, de dónde venimos y a dónde hemos de regresar, nos sentimos solos y abandonados a nuestra suerte, por lo que experimentamos miedo. Es para contrarrestar ese miedo que se forma el ego y empezamos a actuar en contra del amor, pero poco a poco y mediante las diferentes experiencias en este plano con sus correspondientes efectos, vamos comprendiendo que el único camino para obtener la verdadera felicidad es a través del amor que es unión y es nuestra propia esencia.
Los comportamientos inarmónicos traen una carga negativa que necesita ser contrarrestada para recuperar la armonía; como esa negatividad ha sido siempre provocada por falta de amor, la manera de restablecer el equilibrio perdido es con amor, es decir, la fuerza contraria a la que provocó el desequilibrio, o con dolor, ya que al tener éste una energía opuesta al bienestar terrenal y al apego a lo material, lleva una carga positiva o de armonía. No es que el dolor sea un castigo sino que al oponerse a la comodidad del individuo en el mundo físico, le ayuda a desapegarse del atractivo que éste ofrece. Cuando se acepta, no aparece el sufrimiento que surge del rechazo a lo que está sucediendo. El dolor es parte de la vida, el sufrimiento no necesariamente.
La experiencia que nos toca vivir se escoge de antemano antes de encarnar siguiendo un plan determinado, con el objetivo de aprender ciertas virtudes y compensar antiguas desarmonías. El sufrimiento y las privaciones ayudan a desapegarse del atractivo del plano terrestre, pues mientras se sigue vibrando en esa tesitura, nos atrae irremisiblemente a volver a él. Es por esto que se escoge sufrir, para desapegarnos del plano en el que nos vemos atrapados si nos dejamos llevar por sus placeres ilusorios y espejismos.
El dolor es necesario para elevar la vibración, tanto del cuerpo como del alma. Las situaciones de dolor se escogen para superarlas con el objetivo de devenir más fuerte, evolucionar hacia lo espiritual y liberar Karma. Si no se logra porque el individuo se sumerge en su pena, desperdicia la oportunidad de crecer, lo cual traerá como consecuencia la aparición más tarde de otro obstáculo, algunas veces aún mayor. También es útil para darnos cuenta de que hay algo más allá de lo que percibimos en el mundo como única realidad. Sin el dolor no entenderíamos el placer.
Algunas veces, el individuo no puede sobrellevar la prueba dolorosa que él mismo se impuso y decide escapar de ella con el suicidio. Esto no genera ningún castigo porque el castigo no existe en ningún caso, pero la culpa que provoca esta acción en la que el suicida toma conciencia de su cobardía y del sufrimiento que causó a su familia, la convierte en un situación insoportable.
Cuando se supera el sufrimiento, la vida y la manera de verla cambia.
Cito el caso de dos señoras que sufrieron la pérdida de sus respectivos hijos que murieron prematuramente. Después de trabajar en la aceptación y la elevación espiritual, una de ellas expresó: “Yo no me cambio por la persona que era antes de mi tragedia”, a lo cual la otra respondió: “Yo tampoco”. La inmensa pena que esas muertes les provocaron, las llevaron a abrir la conciencia mediante conceptos espirituales.
Conozco a un joven, quien después de haber estado sumergido en una depresión profunda durante años, provocada por fuertes traumas de su infancia, como abuso sexual, bullying y abandono emocional por parte de sus padres, su profundo dolor lo empujó a buscar el verdadero sentido de la vida a través de la espiritualidad.
He sido testigo de algunos casos como estos, aunque desgraciadamente también he visto quienes no sobrepasan el dolor y se hunden en él, desperdiciando así la oportunidad de aprovechar su vida.
Actualmente se está dando mucho dolor alrededor del mundo y es con el propósito de abrir la conciencia de la humanidad y ayudarla a dar el salto a la siguiente dimensión, donde se vivirán la fraternidad y el amor profundamente. Al sufrir, el ser humano se pregunta cuál es el sentido de ese sufrimiento, lo que estimula la conciencia a buscar respuestas al eterno misterio de la vida.