¿Qué está pasando en el mundo?

Se trata de una pandemia que tiene como objetivo la limpieza del consciente colectivo de la humanidad. Limpiar y renovar la vida del planeta al que se le ha agredido en forma inmoderada al igual que a su fauna y abrir la conciencia de la humanidad al respeto de todo lo que existe. Es una limpieza general del actuar de los humanos que han vivido transgrediendo las leyes universales del respeto y del amor.

No es ningún castigo sino una respuesta del Universo a la constante violación de sus leyes. El dolor nos obliga a buscar respuestas y soluciones lo que nos lleva al despertar de la conciencia. El Universo siempre actúa de manera justa.

Hemos sido creados por el amor infinito del Creador de todo lo que existe, las leyes que ha instaurado son siempre compensatorias de nuestros extravíos para regresarnos a Él. La suerte y el azar no existen, sólo situaciones de enseñanza que nos llevan a evolucionar. El aprendizaje es individual, lo que cada quién necesita para despertar es lo que va a experimentar. A quienes les toca vivir la enfermedad es porque así lo necesitaban y escogieron para acelerar su evolución.

Nuestra realidad la creamos nosotros mismos, nadie vive lo que no le toca vivir y si nos centramos en el miedo que es lo opuesto del amor no podremos avanzar en nuestra evolución porque estamos desperdiciando la oportunidad que nos brinda el Universo de aprender la aceptación, la fortaleza, la paciencia ante el confinamiento que nos es necesario, así como la generosidad y la compasión hacia quien sufre.

Ahora el obstáculo que está pasando el género humano es absolutamente instructivo sobre el único camino para salir de esta dimensión en la que la humanidad está atrapada. Los valores que la dominan son materiales, la obtención de dinero y poder sobre todas las cosas, lo que anula lo único que es válido que es el AMOR.

La incertidumbre del futuro nos muestra nuestra vulnerabilidad y nos enseña que todos somos iguales, ya que ni el dinero, ni el poder, ni las posesiones, ni la raza, ni la edad nos exime de contraer una enfermedad que puede ser mortal. Hay temor, angustia, enojo, frustración en la necesaria reclusión que la situación exige. Ya no hay cabida para la vanidad y la ambición, sólo la angustia y desesperación que provoca el encierro es lo que domina. Pero al mismo tiempo, al impedírsenos ver hacia afuera, al estar limitados en nuestros quehaceres cotidianos, nos da la oportunidad de centrarnos en nosotros mismos, de hacer un análisis de lo que ha sido nuestra vida, de lo que hemos sembrado, de lo que hemos omitido y por lo tanto, de cuál ha sido la cosecha.

Todo esto provocará un cambio en el consciente colectivo de la humanidad porque forzosamente se desarrollará el sentido fraternal al buscar ayuda y apoyo y a su vez, la necesidad de proporcionarlo a quienes lo requieren. No quiere decir que todos van a actuar de esta manera, pero un gran número de personas lo harán; les cambiará su percepción de la realidad que viven y entenderán lo que es verdaderamente importante. En el encierro en el que nos vemos forzados, sólo los actos de amor y generosidad son gratificantes. Vivir esta situación, que es mundial, con paciencia y aceptación dando a nuestros semejantes el apoyo necesario, servirá para obtener paz y armonía en nuestra vida.

Nuestra esencia es amor, pero lo hemos olvidado. El único camino para la felicidad es actuar en armonía con lo que somos, no en objetivos externos, sino en la paz interna que esto provoca.

Lo que vive actualmente la humanidad sirve para lo que se avecina que es el cambio de dimensión de este planeta, la nueva era que será magnífica. No se hará en un día, pero la cicatriz que le dejará a la humanidad esta experiencia no dará marcha atrás en su proceso y cada día se separarán más los adoradores de las tinieblas de los buscadores de la luz, lo que dará como resultado una humanidad más limpia y brillante.