El Ego

Cuando nos separamos en conciencia del Todo -aunque no en realidad, ya que esto es imposible- nos cubrimos de miedo al sentirnos solos y aislados de lo que nos rodea. El miedo es el que mueve al mundo, es el que empuja al ser humano a actuar en contra del amor, al ser su contrario, por lo que aparecen las actitudes de codicia, avaricia, envidia, mentira, engaño, ira, apego, vicio, crueldad y maldad en todas sus formas.

Para contrarrestar el temor que nos produce vivir en la dualidad desarrollamos  una serie de comportamientos para cubrirlo, como la necesidad de sobresalir sobre los demás para sentirnos más seguros, de  ser aceptados, lo que nos da la sensación de pertenencia y de ser amados, de ser reconocidos por nuestros logros para elevar nuestra autoestima; necesitamos también de posesiones materiales que satisfacen temporalmente nuestro vacío existencial y lo más fuerte de todo que es el control sobre nuestra vida y la de los demás, lo que se traduce en poder. Esto es lo que conforma el EGO, es nuestro falso Yo que se cree separado y limitado.

El Ego nos es necesario para vivir la ilusión del mundo físico, pero en el curso de la evolución éste va poco a poco desapareciendo. El Ego es el responsable de nuestros sufrimientos porque sufre al verse contrariado en sus deseos profundos, ya sea de sobresalir, poseer, controlar, reconocimiento, aceptación. Según el botón que nos toquen y según cuan vulnerables somos a ese determinado botón, nuestra furia crece. Si entendiéramos que lo que está pasando es algo que necesitamos para crecer en tolerancia, paciencia, amor, compasión, generosidad, seríamos capaces de apagar nuestra ira. Si la situación tiene remedio para qué nos enojamos, utilicemos esa energía en remediarla y si no tiene remedio el enojo sale sobrando.

Hay diferentes maneras en que el ego se manifiesta: en la crítica a los demás está implícita la necesidad de sobresalir, así como cuando se pretende tener constantemente la razón y  los otros estar en el error; el ego está  presente en el que se siente víctima, que trata de provocar compasión y simpatía cuando no logra admiración por algo positivo, o en el que se siente indispensable para que la vida fluya correctamente a su alrededor y aún en el tímido, porque al no sentirse suficientemente inteligente, bello, simpático, rico, prefiere retraerse antes de no recibir la aceptación deseada.

Para detectar al Ego hay que practicar la auto-observación. Sentir nuestras emociones, saber de dónde se originan y así conocernos mejor. Vigilar nuestros pensamientos que pueden estar llenos de ambición, rencor, envidia, celos, avaricia y aceptar las emociones que nos provocan. Al observarlos sin juicio ni culpabilidad se irán poco a poco disolviendo. Para cambiar una actitud no es necesario hacerse violencia, ya que esta negatividad le da fuerza, sino aceptar que tenemos ese defecto porque todavía no somos perfectos y al descubrir cómo funcionamos, el defecto va paulatinamente desapareciendo. Por ejemplo, si nos falta generosidad, al darnos cuenta de esa actitud trataremos de imaginar la virtud contraria a nuestro defecto y ésta se irá inscribiendo poco a poco en nuestra alma. Si reaccionamos únicamente en forma automática ante los estímulos, seguiremos teniendo las actitudes erróneas creyendo que son las correctas, ya que siempre encontraremos justificaciones para ellas.

Si peleamos por la posesión de un bien a costa de cualquier cosa, siempre encontraremos que se nos debía en justicia y no repararemos en métodos para obtener nuestro deseo. Esto no quiere decir que no debamos luchar por obtener lo que es justo, pero siempre y cuando la intención sea honesta y no llevada por la venganza o la ambición. Nunca debemos de pisotear a nadie para obtener algo, si ese algo es para nosotros se dará tarde o temprano.

En algunos casos el Ego es el que aún después de la muerte le impide al individuo ver la Luz y elevarse al mundo espiritual. Quien en vida cree saber y controlar todo, cuando se encuentra en un plano que desconoce está completamente desorientado. El siguiente caso es el de un suicida que tomó esa decisión al estar en una situación de enfermedad terminal; no quería continuar viviendo en esas condiciones que salían del control al que estaba acostumbrado. Me habló así:

–       Necesito que me digas qué me pasa. Me trajeron contigo voces que oigo pero que no sé de donde salen, sólo sé que me morí como yo quería y que me encuentro que sigo vivo sin saber adonde dirigirme. Me dicen esas voces que busque la Luz ¿Cuál? Aquí no hay ninguna y comienzo a desesperarme por no saber qué hacer.

–       ¿Cómo llegué contigo? Esas voces me dirigieron hasta aquí diciéndome que tú puedes explicarme qué hacer. Yo creía que con la muerte física todo se acababa y por eso tomé la decisión de terminar con mi vida que se deterioraba día a día. No estaba dispuesto a convertirme en un ser inútil que significara una carga para los demás, pero mi sorpresa ha sido grande al constatar que la vida sigue pero en un plano desconocido para mí. Aquí es algo sumamente desagradable, puedo ver lo que quiero pero nadie me ve ni me oye y el entorno es frío y oscuro. No sé quién eres ni cómo haces para escucharme, pero si es cierto que sabes qué hay que hacer para salir de esta penumbra, por favor dímelo.

Le contesté que ahora lo que le correspondía era ir al mundo espiritual, ya que una vez desprovisto del cuerpo físico no debía estar en ese plano. Lo único que tenía que hacer era solicitar ver la luz desde el fondo de su corazón y entonces se abriría para él una luz brillantísima que lo llevaría a un mundo de paz, amor y  armonía   

–       Me dices cosas increíbles en las que nunca creí, aunque también me equivoqué al creer que con la muerte del cuerpo todo acabaría. Me sorprende también que podamos entablar una conversación, cosa que nunca hubiera creído, pero que es real. ¿Cómo sabes que esa vida existe si nunca has estado aquí? Voy a seguir mi camino, ya encontraré la salida por mí mismo. Gracias por tus buenas intenciones.

Su ego le impedía seguir un consejo que estaba fuera de su control. Después de algunos días regresó diciéndome:

–       Si es cierto que has ayudado a otros me atengo a tu experiencia ¿Qué tengo que hacer para salir de aquí? Quizás tengas razón en lo de la luz pero no me consta. Sé que he estado acostumbrado a controlar todo en mi vida y es la primera vez que se me sale de las manos esta situación. ¡Cómo voy a confiar en una mujer que no sabe nada de lo que pasa aquí! Sin embargo es cierto que las voces me dijeron que tú sabías qué hacer y cómo hablas pareces estar segura. Creo que voy a hacer caso.

–       Me voy, ya vi la luz, es maravillosa… me acerco y me envuelve llena de calor, de amor, se siente una felicidad infinita y me doy cuenta de muchas cosas erróneas de mi vida, mi enorme orgullo que dirigió mi vida en la Tierra. Sólo el amor y la generosidad son válidas y nunca lo comprendí. Ya me voy a esa vida de la que me hablaste, es increíblemente verdadera, es en realidad la verdadera vida, aquí se comprende todo mucho mejor.

Se advierte cómo después de la muerte se ven con claridad los errores que se tuvieron durante la vida en el plano físico provocados por el Ego y cómo éste impide al alma lograr la plenitud. En el siguiente caso un padre habla con su hija desde el mundo espiritual, a través de mi escritura.

–       Me dan la oportunidad de hablarte, querida hijita desde este lugar infinitamente bello y lleno de amor. Eso es lo que me faltó en mi vida en la Tierra y ahora me arrepiento muchísimo. Toda mi vida el egoísmo es el que la gobernó y como bien dices, no dejé más que problemas a mis hijos. Sólo pido que me perdonen porque ahora entiendo que estuvo muy mal lo que hice. Mi vanidad me entorpeció siempre y no supe amar a nadie, todo lo que halagaba mi ego era lo que aceptaba. No te imaginas los remordimientos que ahora tengo; es verdad que el castigo no existe pero el dolor que te provoca darte cuenta de todo el mal que provocaste es peor.

–       Veo que estás entendiendo el perdón y te lo agradezco muchísimo, espero que algún día tus hermanos lo comprendan, pero creo entender que es algo que no debe importarme pues yo lo provoqué con mi egoísmo y mi ceguera.

–       Ahora estoy en este mundo maravilloso, no sé cómo llegué porque al principio estuve muy enojado por dejar la vida, pero poco a poco empecé a comprender que no valía la pena quedarme allí y seguí las voces que me trajeron a la Luz. Te agradezco tu perdón y la comprensión de que mi actuar fue por falta de conciencia. Te envío todo el amor que no supe darte.

En cuanto se toma conciencia del ego, va paulatinamente desapareciendo y surgiendo la luz de nuestro verdadero Yo.